A muchos nos han enseñado que
las crisis son pruebas de Dios o del diablo; el primero porque seguramente necesita
evaluar si seguimos sus preceptos y enseñanzas y el segundo para ver si somos
tan pendejos de caer en la desesperación, angustia, descontrol, etc…
Sin embargo y desde lo más
profundo de mi corazón tengo la seguridad –o quiero tenerla– que la palabra crisis
ha sido estigmatizada y asociada a miles de adjetivos negativos, pero realmente
esta palabra debería llevar los apellidos Construcción y Fortaleza.
A la señora Crisis Construcción
Fortaleza deberíamos esperarla y atenderla siempre con dignidad y paciencia porque,
aunque muchos nos hemos esforzado por llamarla en algunas circunstancias “detestable
crisis” y/o “dolorosa crisis” entre muchos otros apodos, ésta siempre llega
para construir y fortalecer la mente, el cuerpo y el espíritu.
De hecho no recuerdo ejercitar
con mayor ímpetu la paciencia, la tolerancia, el amor propio y por el prójimo que
durante las visitas de esta, pero lo que sí recuerdo y tengo muy claro es lo engañosa
que es la “estabilidad”, una jovencita –pues no creo que sea mayor de edad– que
durante sus visitas se ha empeñado en que no ame más, no comparta más y por
supuesto en que no desee cambiar.
Valoro cada una de las veces
que la señora Crisis me ha visitado a mí y a quienes me rodean porque he tenido
el privilegio de conocer y estrechar la mano de sus parientas –pues llevan el
mismo apellido– humildad, verdad, justicia, sabiduría, discernimiento, perdón y
a su prima lejana la vergüenza.