Si bien es cierto que en cada uno de nosotros
se encuentra la capacidad de elegir lo que nos ofende, lastima o no, que
debemos protegernos de palabras, comentarios y actos hirientes diciendo “decido que esto no me afecte”, también lo es
que somos seres humanos y que en muchas ocasiones nos sentimos agredidos por lo
que para otros sería una tontería.
Soy consciente de que en muchas ocasiones
quienes nos rodean no desean lastimarnos, que son personas convencidas de hacer
y decir lo correcto. Sin embargo, sus palabras y actos se alejan de ello.
Tengo familiares y amigos que me aman y se
preocupan por mí, pero desafortunadamente he tenido que escuchar de ellos “inofensivos
comentarios” que llegan a distorsionar la realidad. He sido una mujer estudiosa, trabajadora que
lucha día a día por ser un buen ser humano, y esto – No sé en qué momento- se convirtió en algo malo.
Ante sus ojos mis esfuerzos y logros no me
hacen merecedora de muchas cosas. Con frecuencias dicen frases como “tú ya lo
conseguiste”, “si ellos no tienen y tu si, debo darles la oportunidad”, “pobrecitos,
tú has contado con buena suerte, él o ella no”, entre muchas otras.
Como receptora del mensaje y a pesar de mis
temores, frustraciones y complejos decido pedirle a Dios que me de sabiduría,
discernimiento y humildad para no sobredimensionar la situación. Pero ¿quién le
dice al emisor que es necesario reconocer y valorar el esfuerzo de los demás?, ¿que
no sólo el “débil” necesita ser protegido y estimulado?, y no piensen que me
refiero a recibir dinero o de alimentar el ego, hablo de que las personas
necesitamos sentirnos amadas y valoradas.
Les hago la siguiente pregunta: Si usted
tuviera 2 hijos y uno de ellos gana el año con excelentes notas y el otro lo
pierde por no estudiar, ¿le diría al primero que su hermano será recompensado y
él no?
Está reflexión -algo pretenciosa- busca que
seamos instrumentos de Dios, que los mensajes que demos cada instante de
nuestras vidas, se basen en el amor, el respeto y reconocimiento del otro como
un ser humano que merece ser amado.
Publicado en el Oracional de la Emisora
Minuto de Dios “El Man Está Vivo” 7 de
febrero de 2014
¡Un gran artículo! :)
ResponderEliminarLa estratificación social, económica o laboral son sólo divisiones. Si nos deshacemos de ello por un momento, tendremos a todos los seres humanos al mismo nivel, deseando amor y compasión por igual, sin importar "la suerte" que tuvieron o no.