Rómulo Duque - Alfredo Correa de Andréis - Jepe - Ernesto McCausland |
Septiembre y noviembre son dos meses
en los que inevitablemente reflexiono sobre la muerte, el desapego o pérdida de
un ser querido, y por supuesto la forma en que cada ser humano enfrenta este
doloroso tema. La reflexión me ha llevado a confrontar sentimientos y temores
exorcizándolos a través de esta carta que habla sobre mi vida y cuatro hombres
que dejaron un suspiro y una sonrisa de agradecimiento.
Mis padres se dejaron de amar cuando tenía
cerca de cuatro años de edad. Sin embargo, postergaron la separación por tres
años en los que el dolor y engaño alimentaron día a día el resentimiento y la
culpa. Después de la anhelada separación pocas veces vi a mi padre pero pude
conocerlo a través de anécdotas familiares que me ayudaron a entender su
comportamiento, la manera como fue
criado y la forma como le tocó experimentar y/o recibir el amor.
Mi padre Rómulo Duque Arrazola murió
el 30 de junio del 2010. -La causa-, el cáncer del olvido y la soledad que le
produjo un ataque al corazón. El 9 de septiembre de este año cumpliría 56 años
de edad, hecho que me llevó a pensar sobre nuestra inadvertida relación y a
descubrir que gracias a aquel hombre que poco tuvo que ver con mi vida, había
iniciado la búsqueda de la felicidad a través del perdón.
Alfredo Correa De Andréis nació en
Ciénaga, Magdalena, de donde es mi familia materna y gracias a mi madre, quien
fue su amiga, pude conocerlo en Barranquilla cuando frustrada por no poder
estudiar Ciencias Políticas en Bogotá, quise estudiar Sociología en la
Universidad del Atlántico donde él era docente.
Para ese entonces la universidad
estaba en paro, hecho que a mis 19 años de edad nublaba la posibilidad de
estudiar y de salir adelante. “El flaco Correa” quien se caracterizaba por
hablar con esa “bacanería” que impregnaba de sentido y honestidad cada una de
sus palabras me sugirió estudiar otra carrera –“Cucha por que no pruebas
estudiar Comunicación Social en la Universidad del Norte, estoy seguro que en
eso te puede ir muy bien”-, quizás estas no fueron las palabras exactas pero
cada vez que recuerdo nuestra conversación (y las veces que compartimos en su
casa, en los pasillos de la universidad y
cuando con mi madre lo fuimos a visitar a las instalaciones del DAS en
Cartagena al ser falsamente acusado de ser ideólogo de las FARC), también recuerdo
que gracias a él aprendí que la vida no
se trata de lo que se quiere sino de lo que se necesitas para ser feliz y de la
capacidad que tengas para descubrirlo.
Alfredo fue asesinado en la puerta de
su casa el 17 de septiembre de 2004, por el cáncer de la corrupción y la
violencia que quiere consumir nuestro país. Dos años después me gradué como
comunicadora social y periodista con una tesis meritoria y empecé a trabajar
como productora y libretista en el canal regional Telecaribe, trabajé en
política y llegué a ser coordinadora de corresponsales de Noticias Caracol. Alfredo
tenía razón.
Nueve años han pasado desde este
crimen y aún siento dolor por su partida, más al recordar que, mi mejor amigo,
quien intentó consolarme el día de su asesinato, murió faltando 1 día para el tercer
aniversario de ese hecho.
A Jesús David Peña Guzmán lo conocí en
la Universidad. No recuerdo con exactitud la situación que provocó nuestra
amistad y mucho menos en que momento se metió en mi corazón. La verdad es que
él se iba metiendo en todo, por algo lo apodaban “estoy en todo”.
Jepe hizo una gran labor en mí, con su
alegría y desparpajo me mostró la vida a través de las sonrisas y la mamadera
de gallo.
Yo al igual que todos soy producto de mis
circunstancias y de mi historia, y cuando entré a la universidad llevaba una
mochila repleta de temores, complejos, apegos emocionales y materiales que
dicho por él servían para tres cosas: para nada para nada y para nada.
Después de largas charlas mientras
hacíamos trabajos para la universidad en su casa, empecé a sacar el dolor que
impregnaba la mochila y que años después botaría recordando a mi amigo, quien a
pesar de saber que en su cabeza habitaba una masa que, contraria a su capacidad
de dar amor, no tendría hacia donde más crecer y le causaría la muerte, decidió
callar, siguió riendo, mamando gallo y llenándonos de amor. El día del amor y
la amistad se despidió de los lugares y de la gente que amaba y luego murió.
El día de su despedida entré a
trabajar como productora del programa a las 11 con Ernesto McCausland y por casualidades
de la vida, que no existen, me encontré a Ernesto en el cementerio grabando uno
de sus cortometrajes y me pidió que invitara a los padres de mi amigo al
programa para entrevistarlos. Al parecer, alguien le había hablado de la
alegría de este personaje.
Ernesto, llegó a mi vida cuando
trabajaba como productora para el programa Diálogos Regionales, dirigido y
presentado por el entonces gerente de TeleCaribe Édgar Rey Sining, quien lo
entrevistó, si mal no recuerdo, con motivo de los 20 años del nacimiento del
canal y sobre el libro “El alma del acordeón” escrito por McCausland. Meses
después me convertí en la productora de su programa, trabajo que me brindó la oportunidad
de aprender y apreciar los pequeños detalles y personajes que construyen la
identidad de la región Caribe, empecé a ver lo “corroncho” como un sentimiento
de amor, reconocimiento y respeto al otro, pero especialmente conocí a un
hombre divertido, olvidadizo y amoroso, dispuesto a creer y confiar en el
talento y capacidades de los demás.
Con Tico, como le decían las personas
que querían dejar claro su familiaridad o cercanía con él, descubrí la
importancia que le dan los demás a trabajar con alguien que goza de prestigio.
Recuerdo que en varias ocasiones conocidos y amigos preguntaban por mi trabajo
y de paso aprovechaban para expresar su opinión acerca de McCausland, que si
era mejor escritor que periodista, que su trabajo como cineasta les parecía
corroncho o no, o que sencillamente era mejor que regresara a la radio. En
todos los casos mi respuesta fue la misma: la diferencia entre McCausland y
nosotros es que él ha hecho, tú y yo no. Quizás en ese momento por mi hablaba
la arrogancia y la necesidad de defender a quien había puesto en mi toda su
confianza. Esas palabras con el tiempo adquirieron sentido y tras su partida el
21 de noviembre de 2012 a causa de un cáncer de páncreas, comprendí que la
mayor enseñanza que me dejó Ernesto McCausland Sojo es atreverse a ser feliz.
Terminando este escrito recordé
conversaciones que tuve con estos cuatro hombres que Dios colocó en mi camino y
que dejaron grabadas en mi alma las siguientes frases:
·
“A
pesar de todo siempre los he amado” Rómulo Duque Arrázola
·
“Intenta
con comunicación, tu puedes ser muy buena” Alfredo Correa De Andréis
·
“Tú
me haces sentir mejor, me haces reír” Jesús David Peña Guzmán
·
“Súper
Cucha yo creo en ti, tu puedes hacerlo” Ernesto McCausland Sojo
Hoy puedo decirles que, gracias a
ustedes soy una mujer que perdona, elige, ríe y se atreve a ser feliz.
Preciosa continua escribiendo y brindadonos bellos momentos de reflexión, te adoro
ResponderEliminarSuper Cucha, me pareció delicioso tu escrito... Un besote!!
ResponderEliminarGracias amigo por leerlo y estar siempre a mi lado.
EliminarMi Cuchita con estas palabras recordé como me has ayudado a exorcisar complejos y culpas, sigue adelante hay mucho talento en ti y mucho para dar en tu corazón
ResponderEliminarGracias por tus palabras, y me alegra mucho que mis palabras te ayuden a ser feliz.
Eliminareso es lo importante, atreverse a ser feliz! me gustó!
ResponderEliminarGenial mi cuchita !!
ResponderEliminarMi hermano hermoso.
EliminarExcelente 'Cucha', que bueno, de los cuatro llevo en mi corazón a dos, los cuales pude conocer, a Jepe y a Tico, ambos me enseñaron también a ir en búsqueda de la felicidad. Un abrazo y continúa así. Refuerzo lo que te dijo Alfredo "eres muy buena en esto".
ResponderEliminarCuchi se me aguaron los ojos, que bonito, sigue escribiendo. Te quiero mucho.
ResponderEliminarCuchis que lindas palabras.
ResponderEliminarMe alegra conocer gente capaz de transformar el corazon de las personas. Cucha: con esas palabras haces cambiar el corazon violento que llevamos muchos colombianos incapaces de ver mas alla del interior de las personas que pasan por nuestras vidas. Gracias por ensenarnos que detras de cada ser humano hay dolor, tristezas, alegrias, suenos y deseos de perdon. Tu eres uno de esos seres creados por Dios que sensibilizan el corazon. Sigue escribiendo y sere tu lector numero uno. T.q.m . Attn, padre julio Balza de Barranquilla
ResponderEliminarHola Cucha. Dios te bendiga. Me alegra que personas como tu nos ensenen a ver en los otros seres humanos los valores que los caracterizan. Tus palabras tocas las fibras del corazon y logran cambiar ese hombre violento, egoista que llevamos por dentro en una persona con la capacidad de ver mas alla y descubrir que en cada ser humano hay una historia, hay tristezas, ilusiones, alegrias y esperanzas. Sigue escribiendo y sere tu lector numero uno. T.Q.M. Attn, padre Julio Balza de Barranquilla. Dios te bendiga y tomada de la mano de El puedas seguir cosechando triunfos que nos alegraran muchisimo a los que todavia estamos en la tierra y muy orgullosos a los que ya estan en el cielo al lado de Jesus y de la Virgen Maria
ResponderEliminarPadre Julio, muchas gracias por sus bellas palabras y de corazón le digo que la gloria es y será siempre para Dios.
EliminarUn fuerte abrazo, Cucha
Yo no soy llorona pero ahora si llore.
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